Se llevan las niñas sin cerebro y las barbies cuya mayor preocupación es haberse roto una uña. Están de moda las que miden su popularidad en polvos por noche desde los 12 años y las que aumentan 10 centímetros su altura con un peinado a lo Amy Winehouse, las que cuentan con orgullo su coma etílico a causa del licor de melocotón y las que no brillan más de la cantidad enorme de pircings que llevan en la cara. Definitivamente, yo no estoy de moda. Y tengo muy claro que quienes babean por ellas hace tiempo que dejaron de interesarme.
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